miércoles, 13 de diciembre de 2006

CADA GOTA


Ya se está acabando el año, el agua que rodeaba mis pies en un principio ya no es la misma y mis pies que se veían envueltos en ella tampoco son los mismos, se agrandaron os e encogieron con el frio o tienen un pelito nuevo abajito de la uña del dedo gordo, asqueroso o feo o lo que sea pero diferente.

HERÁCLITO DE EFESOS dijo que uno nunca puede adentrarse en las aguas del mismo río dos veces, porque las aguas que fluyen a su alrededor siempre son nuevas. Quizás pienses que el río es el mismo, pero si lo piensas un instante, te darás cuenta de que no es exactamente el mismo.

Solemos cuestionarnos demasiado las cosas que hicimos o dejamos de hacer en el periodo de tiempo que bautizamos año, tenemos el descaro de escribir en un papelito en el primer minuto de cada secuencia de 365 nuestros "psopositos" que son más bien deseos que podrían realizarce con la más mínima voluntad... y para que escribirlos? para tener pretexto de reclamo o ensalsamiento para uno mismo al final del periodo.

Aunque todo está en constante cambio, algunas cosas son más obvias que otras, tal como el fluir de las aguas y el cambio de las estaciones. Otras son más difíciles de apreciar, como los cambios que ocurren dentro de nosotros mismos. Estos cambios ocurren tan gradualmente, que quizás ni siquiera nos demos cuenta. Y aún así, de todos los cambios que ocurren en el universo, los que ocurren en nuestra propia conciencia son los más profundos. El propósito de la humanidad en
esta tierra es aprender y crecer por medio de las experiencias, como parte de su desarrollo evolutivo.
Por ejemplo, este año nos dejo claro que las elecciones tuvieron algo raro, raro de principio que buena parte de los mexicanos digan derecha con la conviccion de que se trata de algo "derecho" la palabra historicamente no remite a otra cosa que a falangistas, yunquistas, bloques de poder que gobiernan desde mesas pseudoreligiosas que pretenden dejar al pueblo en la ignorancia de sus propias enseñanzas catequizadas... No son las mismas aguas las que corren en el río pero avanzamos en el conocimiento de la pequeña parte podrida que ocupa la política o mejor dicho la poderfilia en el charco inmovil que le corresponde; aun así queda más agua limpia por chapotear, agua que digue fluyendo y que debemos disfrutar en su frescura... la novedad del segundo beso, la hermosura de tropezarse con la misma piedra y la convicción de levantarse.

Comprender los cambios de la vida y trabajar acorde con ellos puede hacer nuestras vidas mucho más agradables y armonizadas con la forma en que desarrollan las cosas. Nuestra personalidad se apega a las cosas que queremos y rechaza aquéllas que no nos agradan. Los padres pueden querer detener el reloj para quedarse con sus hijos cuando están en las edades en que son más graciosos, o apresurar el reloj para evitarse las dificultades de la adolescencia. La
Navidad nunca parece llegar, pero el fin de una relación o la muerte de un ser querido parecen sobrevenir demasiado pronto. Nuestro apego a evitar cualquier situación hace que el cambio nos parezca demasiado lento o muy apresurado. Sin embargo, todas estas experiencias yacen dentro del fluir inexorable de nuestra conciencia.

Aceptar este flujo de la conciencia y poder al menos lidiar desapasionadamente con los cambios que todos enfrentamos, son señales de madurez espiritual y traen curación a los pesares de la vida. Nuestra falta de flexibilidad en cuanto a la forma en que nos vemos a nosotros mismos o a los demás, obstaculiza nuestra claridad para ver las cosas como realmente son. Por ejemplo, podemos haber crecido mucho en nuestra habilidad para comunicarnos con las personas o para manejar situaciones difíciles, pero si esa pequeña voz dentro de nuestras cabezas repite una vieja amonestación paternal de que no somos lo suficiente buenos, entonces podemos sentirnos aún atrapados en una etapa anterior del desarrollo. Los viejos hábitos de pensamiento obstaculizan, por lo tanto, nuestro cambio y crecimiento, como mismo una gran piedra puede crear un dique en medio de una corriente. Además, cuando tratamos a los demás, si no podemos verlos con nuevos ojos, podríamos estarles haciendo el mismo mal servicio al limitar su capacidad de crecimiento y de cambio en la relación con nosotros mismos.

Fluir nuestra conciencia junto con los cambios que nos rodean es el principio de una paz y sabiduria que no pueden obstruirse con ningun yunque, con ninguna piedra, con niguna trsiteza, fluyamos juntos que cada uno constituye en el conjunto una poderosa fuerza en el flujo del rio que conduce nuestros pasos.

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