lunes, 11 de diciembre de 2006

ASPIRINAS


La filosofía es una afición que existe desde hace mucho tiempo. No me extrañaría que el de filósofo fuera el segundo oficio más antiguo del mundo.

Pasé mi adolescencia entre atari, películas de polopolo y chichis y culos impresos. Aquello era la felicidad por definición. Luego empecé la carrera.
Por algún motivo, en aquel momento caí en una profunda crisis existencialista. Probablemente coincidió con el primer examen para el que estudié (el de la UNAM) y en el que me reprobaron. La viva imagen de la impotencia. En algún momento me pregunté lo que todo el mundo se pregunta alguna vez: "¿Por qué yo?". Pero a mí me pegó muy mal.

Pasé mucho tiempo intentando resolver esa pregunta y otras. ¿Por qué a mí?, ¿de dónde venimos?, ¿adónde vamos?, ¿hay gasolineras por el camino? ¿si un arbol se cae en el bosque y nohay nadie cerca para oirlo hace ruido? Al final concluí que todo se reducía a una única pregunta: Si estás en lo más profundo del bosque y se te cae el jabón, ¿te puedes agachar a recogerlo?

En un cumpleaños mi amigo "el güero" me regló un libro: "Más Platón y menos Prozac". Se supone que es un libro de Filosofía aplicada. El título viene de la cantidad de trastornos y síndromes nuevos que se identifican cada año en los Estados Unidos, y por ende, en el mundo. La cosa funciona más o menos así:
Antes, si en el colegio un niño más grande agarraba a chingadazos, tú te ibas a casa y te jodías. Al día siguiente volvías a ir al colegio y el mismo hijo de puta te volvía a robar la torta de frijoles. Así pasaban los días, hasta que tú dejabas acababas la primaria o dios te hacía caso y al madreador ese lo atropellaba un camión. Desgraciadamente, lo normal era que tú terminaras la educación básica, dejaras el colegio, y el cabrón que te alegraba los recreos se quedaba repitiendo un curso detrás de otro y de paso con la chiquilla de los ojos claros que te encataba.

En el siglo XXI, si en la escuela te madrean, vuelves a tu casa y caes en una profunda depresión. Dicen que, así a ojo, hay un huevo de niños deprimidos. Nos ha jodido, claro que hay niños deprimidos. Vas a la escuela a que te paratan la madre, y por el camino te salen pelos en los huevos y te cambia la voz. Cuando te descuidas resulta que eyaculas, y tienes unos calentones filosóficos que no sabes de dónde vienen ni adónde van.

En las últimas décadas, ese niño ya no sólo tiene depresión, sino que sufre el "trastorno del niño que recibe una madriza diaria". El recién bautizado síndrome del niño-puching. Si tus padres van al terapeuta y le dicen que no creen que tengas un "trastorno del niño amdreado a diario", el terapeuta les dice que tienen un "trastorno de negación de un trastorno del niño que recibe una madriza diara". El psiquiatra les receta a todos tres cucharadas de Prozac al día, y a chingar a su madre. El niño seguirá madreado, pero estará encantado de la vida.

Lo que viene a decir el libro es que ahora todo se soluciona con antidepresivos; que resulta mucho más fácil, cómodo y aséptico tratar los síntomas que afrontar el problema. En estos tiempos que corren todos queremos una solución rápida, un atajo de teclado, y la industria farmacéutica está encantada con el asunto. Comisión a los psiquiatras y éstos te ponen una pastilla bajo la lengua por la mañana y un supositorio en el culo por la noche. Un negocio redondo. Sólo hay un pedo: los problemas siguen sin solucionarse, y además se acumulan.
Si te partes una pierna en dos pero no lo sabes, una aspirina te aliviará de alguna manera los síntomas. Lo ideal será un shot de morfina, y lógicamente estarás encantado de que el médico te lo endose, que la verdad es que es una chinga tener una pierna rota. El problema es que vas a seguir teniendo un hueso roto, y estar tomando aspirinas el resto de tu existencia no va a resolver nada; como mucho le resolverá la vida al farmacéutico de tu barrio. Lo que deberías de verdad hacer es ir a que alguien te haga daño poniéndote la pierna en el sitio.

El primer problema es que, en la vida, la mayor parte de veces ni siquiera sabes que te has roto la pierna. El segundo problema es que preferimos tomar aspirinas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ir al origen nunca es fácil, mucho menos si tenemos aspirinas pa quitarnos el dolor, que no cura la enfermedad pero si nos apendeja un rato mientras decidimos ir al origen, a donde probablemente nunca lleguemos porque en el camino, ya te agarraron a madrazos otra vez...

Fan con nata dijo...

Tío, has fusilado medio post del Sentido de la Vida (http://www.elsentidodelavida.net/m-s-plat-n-y-menos-prozac) y te has quedado tan ancho...